Cada día
amaneciendo en los patios de las iglesias los niños ahí se reunían para que se
les ensenara, a los principiantes el Per signum, después el Peter noster y los
Mandamientos, cuando ya se aprendían la doctrina y daban una buena muestra de
ello, los varones se les despedía para que ayudaran a sus papas en los oficios
que tuviesen y a las niñas con su madre para que aprendiera como debería de
servir a su marido.
Los domingos
de fiesta, amaneciendo los indios se juntaban en los patios de las iglesias, a
los que llegaban a faltar cuando eran obligados a ir como castigo se les daba
media docena de azotes sobre la ropa, ahí se les acomodaba para contarlos y
ponerlos en orden para saber lo que se les a de predicar, antes del sernos dicen
allí toda la doctrina 2 ó 3 veces en voz alta, luego un religioso les predicaba en su propia
lengua ya acabando todo el sermón se canta la misa, la cual terminaba como a
las nueve, ya de ahí se retiraban e iban a sus casas.
Esta evangelización
en los indios significaba para ellos el verdadero camino para su salvación, se
les hacia leer y entender la vida de Jesucristo y de todos os demás santos
desde que eran niños.
En el
colegio de santa cruz a los indios se les ensenaba la gramática y otras
ciencias, los maestros se aprovechaban de algunos indios ya que eran muy buenos
para las arte y la teología, también se le ensenaba el latín, el castellano y nuevas
costumbres.
Los franciscanos
tenían por lema “predicar y ensenar día y noche” a los niños indígenas
Los franciscanos
utilizaban métodos novedosos para transmitir los conocimientos religiosos, como
pinturas en vez de palabras, ya que así los indios aprendían más y los franciscanos no sabían hablar
la lengua de los indígenas, también utilizaban la danza, teatro y la música como
métodos audiovisuales, además de ensenarles artes y oficios que les servirían para
la vida. Se fundaron internados, los cuales eran llamados escuela-monasterio y
se mantuvo todo el siglo XVI, una educación que nos recuerda al calmécac, ya que se les ensenaba a disciplinarse
con azotes por la noche y a orar mentalmente.
A los
alumnos se les dio un programa de estudio el cual no les dejaba ocio en ningún momento
del día, los niños no se volvían acostar después de rezar, sino se les conducía
al aula donde estudiaban hasta la hora de misa y después de ori misa seguían de
nuevo sus estudios hasta que llegase la hora de comer, después de la comida, descansaban
un rato y luego volvían a la escuela para continuar sus estudios por la tarde,
todo esto con la finalidad de hacerles olvidar quienes eran, que los vigilaban extremadamente
para que no tuvieran contacto con el mundo exterior.
Se les
ensenaba a leer, escribir, cantar y la doctrina cristiana. El canto sobre todo
fue de gran importancia ya que era un elemento que no podría faltar en
cualquier celebración religiosa.
Pero una
gran cualidad que tenían estos niños era su elocuencia y buena memoria, lo cual
los hacían buenos predicadores, y gracias a los niños predicadores el radio de
la evangelización se extendió mucho.
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